El Geranio

geranio

"El geranio", 1946. Flannery O’Connor

El viejo Dudley se tumbó en la silla, que poco a poco se iba moldeando a su figura, y miró por la ventana hacia otra ventana enmarcada por ladrillo rojo ennegrecido que había a medio metro de distancia. Estaba esperando el geranio. Lo sacaban todas las mañanas alrededor de las diez y lo volvía a meter a las cinco y media. La parte de atrás de la casa de la señora Carson tenía un geranio en la ventana. Había muchos geranios en casa, y más bonitos. Los nuestros sí que son geranios, pensó el señor Dudley. Ninguno de ellos es de ese color rosa pálido, ni tiene lazos de papel verde. El geranio que ponía en la ventana le recordaba al chico de los Grisby de su pueblo, que tenía la polio y lo tenían que sacar todas las mañanas para que le diera el sol. Lutish podía haber cogido aquel geranio, plantarlo en la tierra y en unas pocas semanas sería un geranio digno de ser admirado. Aquella gente del otro lado del callejón no sabía cómo cuidar un geranio. Lo sacaban y dejaban que se achicharrara al sol todo el día, y lo ponían tan cerca del filo de la ventana, que el viento podría fácilmente tirarlo. No sabían cómo cuidar aun geranio. El viejo Dudley sintió un nudo en la garganta. Lutish podía hacer crecer cualquier cosa. Rabie también. La garganta se le quedó seca. Echó la cabeza hacia atrás e intentó aclarar su mente. No se le ocurrían muchas cosas que pensar que no le hicieran sentir su garganta de ese modo.
[...]

Para internarse en la historia del geranio y el viejo Dudley y, así, conocer algo del estilo de Flannery O’Connor: Relato completo / Original Short Story

Bibliografía: Cuentos completos, Flannery O’Connor / The Complete Stories of Flannery O'Connor


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